21 de septiembre de 2008

PRIMAVERA ..................FELICIDADES AMIGAS


Había una moza muy presumida que pasaba el día peinándose y arreglando su ropa. Disfrutaba todas las tardes dando paseos por la bolera donde se juntaban los mozos, para que la vieran y la dijeran cosas. Un día iba con un vestido precioso, otro estrenaba pendientes de oro y los mozos siempre se volvían para verla pasar. Ella no hacía caso a ninguno, gustaba de enamorarlos y dar esperanzas pero cuando se rendían a sus encantos, se reía de ellos y los abandonaba. Hasta que una tarde notó como un muchacho estaba entretenido en el birle y no la prestaba la menor atención. La moza pasó de nuevo cimbreándose con la mano en el talle y empezó a hacerle zalamerías pero el mozo que era bien parecido no la hacía ningún caso. Desde un árbol, el trenti lo veía complacido con sus ojos verdes y su cara negra, él había aconsejado al joven la forma de seducir a esta moza respingona. A partir de ese día, la moza se repeinaba más que nunca, se compraba los vestidos más caros y desatendía las labores de la casa. Estaba desesperada, no sabía lo que la pasaba y se puso mala de melancolía. Pero el joven, tampoco podía quitarse del pensamiento a la moza. No se atrevía a cortejarla, pensaba que pasado el capricho volvería a coquetear con otros y él sufriría el desamor. Acudió al trenti que se encontraba sentado en un árbol, camuflado con su ropaje de hojas y musgo. Al conocer la desgracia del joven dijo, sonriendo con malicia: Esta es la flor de un día, entrégasela y si su amor es verdadero no se marchitará, pero si no la cultiva como al verdadero cariño, durará una noche y un día. Mañana, si pasa por su casa y no tiene las ventanas abiertas ni está alegre en el portal, sabrás que no existe un sincero amor entre ambos. Al pasear la moza, encontró al joven sentado en el muro de la bolera y se le iluminó el corazón, él le echó la flor y dijo: El amor tarda en marchitarse lo que la flor de un día. Ella cogió la flor y siguió su camino. La muchacha acarició la flor y la llevó a su casa, la estuvo regando con su aliento durante toda la noche, cerró las cortinas para que no la dañase ni la luz del sol ni el brillo de la luna y prohibió todos los ruidos del hogar. Después de velar la flor durante toda la noche y el día, cayó dormida de cansancio. Al atardecer el mozo pasó por delante de casa de la joven y viendo la casa cerrada, en silencio, su corazón se llenó de dudas y se fue. Y la flor se marchitó

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